POR: Yossarian
A menudo, el genio crece y se expande de un pequeño momento, de un acto, de un descubrimiento bien encauzado. Un caso señalado es el del arquitecto y artista del futurismo, Antonio Sant'Elia.
Tras toda una adolescencia dirigida hacia la arquitectura, a los 21 años se matriculó en la academia de arquitectura de Brera, donde su maestro predilecto observó las dotes artísticas de su pupilo y le recomendó dirigir sus miras hacia el campo del diseño, matriculándose tan solo un año después de haber comenzado arquitectura en la academia Bolognesa de Bellas Artes y consiguiendo diplomarse en diseño arquitectónico.
En 1914 funda, tras varias exposiciones de sus diseños y haber abierto un estudio de arquitectura, el grupo "Nuove Tendenze" (Nuevas Tendencias), en el que su actitud cercana al futurismo es más que evidente, con diversos cuadros relativos a su visión de cómo serán las ciudades creadas por la mano de los artistas del movimiento, llenas de estaciones para diversos transportes y de casas de efímera existencia, que, tal y como una de sus frases más famosas señala, "No serán más longevas que nosotros".
El afán renovador de Sant'Elia destaca constantemente respecto al de sus contemporáneos, y finalmente en Julio de 1914 su adherencia al movimiento artístico se solidifica en la redacción del "Manifiesto de la arquitectura futurista", donde sus objetivos quedan bien claros.
Harto de una Italia incapaz de crear nada nuevo o de hacer otra cosa más que copiar o pseudoplagiar estilos anteriores o extranjeros, Sant'Elia afirma que el estilo futurista traerá de nuevo la audacia y el coraje al arte arquitectónico, con edificios acordes a los tiempos en los que se vive, con un modelo de construcción diferente, en el que no se busque perpetuar una tradición o crear una nueva, sino cambiar las veces que haga falta la imagen de la ciudad con el objetivo de hacerla útil de cara al momento actual sin perder la belleza en el diseño.
Siguiendo, por tanto, la corriente futurista en las artes, Sant'Elia buscaba unir la belleza y la utilidad necesaria para crear algo en la época moderna con elementos que reflejaran la grandeza de los cambios de toda una generación, quería dar a su país un empujón hacia la creatividad, hacia lo hermoso y real.
Sin caer en la pedantería y en los arabescos inútiles, de apenas dos páginas y redactado en un estilo claro y conciso, el manifiesto es toda una joya que nos deja frases como las siguientes:
"Por arquitectura se debe entender el esfuerzo por armonizar con libertad y gran audacia al ambiente con el hombre, es decir, convertir el mundo de las cosas en una proyección del mundo del espíritu"
"Esta es la suprema estupidez de la arquitectura moderna, que se repite por la complicidad mercantil de las academias, lugares donde se coarta la inteligencia, donde se reduce a los jóvenes a la onanista recopilación de modelos clásicos, en vez de empujar sus mentes hacia la resolución del nuevo e imperioso problema: La casa y la ciudad futurista.
Llamado a filas en la Primera Guerra Mundial en 1915 combatirá junto a caras tan conocidas como Boccioni o Marinetti en el batallón lombardo de voluntarios ciclistas.
Tras un permiso de algunos meses, volverá a la lucha en 1916, cuando irá ascendiendo de grado hasta llegar a comandar un pelotón, momento en el que caerá víctima de una ráfaga de ametralladora mientras se encendía un cigarro fuera de las trincheras en el curso de la octava batalla de Isonzo.
Recordado por sus colegas como un genio revolucionario y coherente en sus afirmaciones y por sus camaradas en combate como un hombre valiente y firme hasta la muerte, constituye un claro ejemplo de hasta qué punto la constancia y el coraje pueden encumbrar el ya de por sí alto destino del hombre digno de considerarse como tal.
Me quedo con las palabras de uno de los muchos que lo conocieron y admiraron:
"Alto, delgado, con los cabellos ardientes y el perfil de un halcón"-Paolo Buzzi, futurista.
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