POR: Prof. Huysmans
En la cultura asiática, el tatuador recibe el nombre de “maestro” y se le trata con muchísimo respeto, su profesión es tradicionalmente valorada y respetada.
Según la cultura japonesa, el tatuaje tradicional se conoce como wabori, mientras que el occidental se conoce como yobori. El tatuaje más típico japonés es el Irezumi, muy vistoso y conocido , ya que es como un “body” que recubre casi todo el cuerpo.
En el tatuaje japonés todo rezuma tradición, desde la tinta Sumi, que se fabrica en la ciudad de Nara desde el siglo VII hasta la formación del Horishi, el tatuador, que requiere más de diez años de aprendizaje, en el que, entre otras cosas, aprende la complicada realización del pigmento, las agujas y las imaginería del ukiyo-e , base iconográfica y estética del Irezumi.
La ejecución tradicional consiste en una vara larga de metal o marfil a la que se unen unas agujas. Se trabaja empujando la vara y por consiguiente introduciendo las agujas en la piel. Esta técnica es al parecer menos dolorosa que e tatuaje “a maquina” y produce unos matices en los colores que no se podrían hacer de ninguna otra manera.
Esta técnica es muy antigua, y estudios de la Universidad de Medicina de Tokyo aseguran que ha permanecido inalterada desde el periodo Edo (1603 – 1867)
Los instrumentos para el tebori son básicos, aunque varían según el tatuador, que al tratar con sus herramientas de manera artesanal, tiende a modificar las cañas, las agujas
(es común su auto fabricación o la modificación personal de las compradas a fuentes industriales ) y su manera de unirlas a la vara (mediante adhesivos, cintas o cajas metálicas)
La tinta, el Sumi, era y es obtenida amasando liquido negro obtenido de plantas como el abeto y otros vegetales. Su pigmento y color es perfecto para las líneas de contorno y su disolución crea unos matices de grises muy utilizados para las sombras.
Los colores de la tradición del tatuaje japonés son el negro, el gris y una tonalidad naranja/roja llamada Shu, cuya historia se remonta al periodo Jomon (10.000 – 800 ac), época de la que datan unos restos de dicho pigmento encontrados en vasijas. Este pigmento se usaba en ritos shintoistas y era un símbolo del fuego y el sol.
Si bien se habla de estatuas de arcilla tatuadas en el 500 ac, la referencia al tatuaje japonés comienza con “Crónica de los tres reinos”, escrita en el siglo III por Chen Sou, en el que se hace referencia a los tatuajes.
Aunque numerosos textos hablan de tatuajes anteriores, el boom de esta técnica se da durante el periodo Edo, aunque el tatuaje toma dos vías muy distintas.
Por un lado, en el norte de Kyushu se acostumbra a tatuar a los criminales, por delitos menores se les tatuaba el kanji “perro”, mientras que en torno a los brazos se les tatuaba cuerdas.
A día de hoy, el irezumi sufre en japón una asociación similar, ya que es utilizado habitualmente por la yakuza japonesa.
En el periodo Edo, se empiezan a comercializar ilustraciones asequibles que ilustran cuentos populares o imágenes de diletantes (geishas, sumo, teatro kabuki...), aunque el que supuso la creación de la moda de los tatuajes fueron las ilustraciones del cuento chino Suikoden , una especie de Robin Hood, muy popular que lucía 9 dragones tatuados sobre la piel.
Esto hizo que se crease la idea del tatuaje “de la suerte” o el tatuaje de los grabados de los cuentos. Algunos de ellos mostraban a gente siendo tatuada. Al principio los tatuadores no eran una profesión en
si misma, sino que era una especie de “pluriempleo” de los grabadores y dibujantes, que no se consolidaron hasta 1843.
El irezumi llegó a estar prohibido en 1868 por la restauración Meji por si ofendía a los extranjeros.
En el ámbito social, el tatuadores agasajado por los clientes hasta el punto de tener una mesa de “regalos” donde sus clientes le depositan detalles, simbolizando el vinculo que se establece entre tatuador y cliente.
Este vínculo se ve también en el tatuador, que lejos de un interés económico, prefiere tatuar a un numero reducido pero fiel de clientes en lugar de una numero mayor de eventuales. Por tanto, los tatuados suelen ser fieles a un tatuador durante toda su vida.
Entre ambos, se crea una especie de hermandad, un club y el tatuador suele dar fiestas (una al año, por ejemplo) para sus tatuados.
La iconografía japonesa está muy presente a nivel simbólico, pese a que en la actualidad muchos jóvenes eligen sus motivos por una pura razón estética. Es común tatuarse símbolos de connotaciones positivas, aunque no es menos desdeñable la elección de demonios o símbolos
del mal (como una zorra de nueve colas) con el supuesto fin de “ ahuyentar” a los malos espíritus.
Muy buena entrada, si señor!
ResponderEliminarse agradece!
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