3.11.11

LEMURALIA: LA FIESTA ROMANA DE LOS DIFUNTOS

POR: Rattus Norvegicus



Una de las características definitorias de todas las fes indoeuropeas es la creencia en la existencia de un “axis mundi” o eje del mundo, centro indiscutible de toda creación en otro al cual ésta órbita en sucesivas esferas de existencia; los ejemplos más conocido son sin duda el Ygradssil nórdico o el Irmminsul sajón, pero obviamente no son los únicos. En el caso de nuestra madre Roma su “axis mundi” era el “mundus” un antiquísimo pozo excavado en la colina del Palatino y que según las creencias ancestrales romanas servia para comunicar el mundo de los vivos con el de los muertos, por ello recibía el terrible epíteto de la puerta del Orco.

De este modo el “mundus” se hallaba habitualmente tapado con una gigantesca roca para evitar que los muertos trataran de escapar aunque según las tradiciones ésta  debía de ser retirada en determinadas ocasiones al año con motivo de diversas festividades relacionadas con el culto a los difuntos y a los poderes ctónicos del subsuelo. Estas fechas estaban marcadas en el calendario festivo romano como días nefastos pues se creía que los muertos caminaban por la tierra y podían interferir de manera negativa en la vida de los hombres, sobre todo los implacables lémures espíritus vengativos y malvados, contraposición de los benignos lares.
Estos lémures tenían su propia festividad, llamada lemuralia o lemuria celebrada durante las kalendas de mayo y que era sin duda la más peligrosa fiesta romana relacionada con el culto al "mundus".
Durante su celebración se llevaban a cabo multitud de rituales apotropaícos destinados a proteger a los vivos de las malvadas intenciones de los lémures, algunos de estos ritos tenían un carácter cívico como la elaboración de la salsa sagrada por parte de las vírgenes vestales y otros carácter doméstico realizados por el “pater familias” en el ámbito del hogar. Existían diversos rituales domésticos para ahuyentar al mal, tales como arrojar habas negras (que se consideraban que eran el sustento de los muertos en el más allá), golpear un lámina de bronce (pues se decía que los lémures no soportaba ese sonido) o el tallar réplicas en cera de los rostros de los miembros de la familia, un sacrificio sustitutorio que servia para engañar a los lémures y su insaciable apetito maligno.
Debido a que la cera en al antigua Roma era un material caro que sólo podían permitirse las familias acaudaladas, el populacho empezó a tallar los rostros de los familiares en determinadas hortalizas como la calabaza, lo cual es para muchos el origen de las populares calabazas de Halloween.

No hay comentarios:

Publicar un comentario