POR: Rattus Norvergicus
Se ha hablado mucho de la revolución de Budapest del 56, de el valor del pueblo hungaro al alzarse contra el invasor comunista y arrancar con decisión y arrojo el odiado emblema de la estrella roja su enseña nacional, del ministro de defensa Pal Maleter que se unió a la sublevación y convirtió una protesta en una autentica revolución sin precedentes en el bloque soviético y finalmente de cómo éste fue traicionado por los comunistas y como aplastaron los sueños de un pueblo inflamado de orgullo y odio bajo las sucias poleas de sus tanques… ¿Pero realmente un sueño puede morir? ¿El sacrificio de miles de militares, estudiantes y obreros por las calles de Budapest fue en vano y sólo sirve como recordatorio de la insaciable sed de sangre que se oculta bajo el signo de la hoz y el martillo? ¿O sin embargo si sirvió para algo y al final triunfaron trascendiendo así las cenizas de la muerte y la mordaza del ostracismo?
Reflexionemos por un momento acerca la importancia de estos hechos, y sobre todo, cual es la novedad que supuso Budapest, ya que en la Unión Sovietica se conoce que casi desde su inicio conflictos de tipo nacionalista protagonizados por tártaros, cosacos, ucranianos, urkas etc, que intentaba escapar del yugo impuesto por la dirección del partido comunista desde Moscú. La gran novedad radica en que por primera vez occidente pudo asistir a los hechos y ver de primera mano que los sublevados no eran fuerzas burguesas contrarrevolucionarias sino los mismos obreros por los que la URSS decía luchar, y por primera vez occidente vio al demonio soviético en su verdadera forma que era la de un sistema brutal y oligárquico dónde las elites del partido vivían como auténticos señores feudales gracias a la sangre y el sudor de un clase trabajadora arruinada y repetidamente vulnerada en sus derechos.
De este modo la Revolución del 56 dio paso a posteriores fenómenos si no incomprensible como son la Revolución de Terciopelo en la república Checa o el triunfo político del sindicato anticomunista Solidaridad en Polonia, procesos a los que esta vez el gobierno de la URSS consciente de su decadencia y su total descrédito internacional fue incapaz de hacer frente y que culminarían con la disolución de la Unión de República Socialistas Soviéticas en 1991 lo cual supuso el final triunfo de las nacionalidades en el este de Europa y próximo oriente. Igualmente conscientes de la realidad de la URSS los Partidos Comunistas de la Europa capitalista abandonarán su sometimiento a las directrices de Moscú y el desencanto de la juventud ante las soluciones aportadas por la izquierda tradicional desbocará en hechos de la talla de Mayo del 68 que abrirán la opción de terceras vías políticas como alternativa a la demencia consumista del capitalismo y la incompetencia y el horror del comunismo.
Por eso, nunca olvidemos que la sangre que salpicó las aceras y fachadas de la ciudad en noviembre del 56 no fue derramada en vano, que fue la luz que iluminó a los pueblos del este de Europa en su lucha por la libertad y contra el terror rojo, y que nos recuerda a todos que ningún imperio por poderoso que sea puede sobrevivir a la ira de un pueblo decidido y armado por la convicción.
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